Intro
Tras la muerte del viejo comandante, la máquina sigue en funcionamiento. El condenado espera su ejecución; el nuevo comandante y sus mujeres intentan acabar con ese legado a través de un explorador respetado; el oficial se jacta de la calidad de su herencia y lamenta su deterioro. El explorador observa, escucha, y de vez en cuando, pregunta.
En La colonia penitenciaria, Kafka plantea un sistema de relaciones tan complejo como la maquina en sí. La esencia de esta obra —acorde a las tendencias narrativas de su tiempo— se ha entendido como una crítica a los sistemas judiciales autoritarios, donde la ley y su aplicación se funden en un aparato arbitrario e inhumano. Y además revela la complicidad y la degradación de la dignidad humana cuando aquellos que podrían intervenir eligen no hacerlo: prefieren observar, escuchar, y de vez en cuando, preguntar.
Esta imagen sigue viva en los regímenes autoritarios actuales. Sin embargo, si la miramos desde un ángulo distinto, la tención entre estos actores abre otro plano de lectura: un diálogo sobre cómo se construyen, se mantienen y se transforman las tradiciones culturales. Tal vez la pregunta no sea solo quien tiene el poder de detener la máquina, sino que significa que siga en funcionamiento cuando su propósito original ya se ha desvanecido.
El problema del desplazamiento temporal
Orgulloso de todas las sentencias dictadas, el oficial empieza a describir sus partes, y se detiene con indignación cada vez que la realidad no cumple con la grandeza prometida inicialmente —Es culpa del nuevo general— recita con rabia constantemente. Sin ser capaz de percibir que aquello que tanto admira: El Capitán, La Máquina, La Tradición, son el eco que se transformo en ruido después de perder su fuente, y que al retumbar demasiado, se volvió un murmullo irreconocible. El mensaje que alguna vez tuvo sentido, ya es tan distante del original, que se podrían considerar independientes el uno del otro. Para un extranjero, como lo es el explorador, solo hay una herramienta monstruosa innecesaria, y que solo está ahí por su carácter hereditario, pero ignora —pues de esto nunca pregunta— cual fue su propósito original, aquel que se perdió con el tiempo. La máquina es una estructura ajena al presente narrado, que opera por la inercia de la nostalgia.